Ahí venís, corriendo,
mujer urgente, niña repentina de ojos grandes con el pelo corto recto y tus
labios intactos. Te ponés tan nerviosa cuando voy a tu hallazgo, a envolverme
con la fémina que espera en esa calle que nunca recuerda, en esa pobla que
desconoces, en esta casa en la que vives y llegas. Como me gusta su sonrisa, la
que me cobija a la medianoche, porque las estrellas se alegran con tu venida,
con sus pasos silenciosos cuando la acera cómplice nos habita, nos mira,
adivinando lo que haremos, escuchando el letargo de la madrugada de sudores y
besos. Mujer, mujer de cuerpo y de flor, de sureños rasgos, voz dulce y
atenuada, ahora te tengo en los brazos y repaso por escrito lo que hago a
fuerza de recuerdos. Mujer, eres deliciosa y cautivante, cual infantil mirada
despierta mis sentidos, esos deseos que no digo, que más bien practico cuando
no hay nada más allá de perder el juicio… mujer, te alucino y vos me alucinás,
buscas tanto las palabras de mis labios, y yo no quiero urgar en tu memoria, a
lo más vivirte en esta noche precisa, porque de mis mentiras no sé como te
encargas. Ay! Mujer mujer, sos lo que por poco y nada pierdo, porque de no
haber venido nunca, usted jamás pudiera haber entendido, cual es mi miedo, mi
universo en el que trabajo, laburo y prosigo. Dormí, dormí muchacha, que no hay
nada más entre mis ansiadas y rebuscadas vidas, yo soy un felino que la contiene,
y usté, digo “usted”, un delirio inefable, exquisito, como las utopías.
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