Despojaste mis miedos y mis pecados. Usted, con su mágica boca y sus ojos de gato, enmudeció a esta pequeña joven, con su cuerpo de manso, tibio hombre, su juventud pueril de muchos, muchos años, usted bien sabe cuanto ha dejado, en esta mujer que apenas ha empezado el tramo. En estas y otras noches, me he quedado en tu abrazo, como contemplando el infinito, como respirando despacio, pues el aliento se desvaría y las pupilas se me pierden entre todo lo que miro bajo la luz tenue, entre los árboles que se menean, como lo hacen los amantes, esos que en la madrugada se pierden, se desean, se enfrentan.
Usted,
usted.. usted me produce palabras como si las escribiera, me inspira tantos
deseos, aflora cuanto tambaleo, y usted, solo me mira, me besa, me mima. ¿Cómo
he de hacer yo, cuando no venga más a mi huida? Cómo habré de vivir, luego de
su venida, porque el paso que usted le hizo entrar a mi vida, fueron de
coincidencias, que me dejarán sin salida, sin reparos y averías.
Usted, señor maduro e
infantil, tan imaginativo como este mundo, rompiendo límites de lo establecido,
de lo que es justo. Usted, mengano, si usted… me cambió la perspectiva, la utopía,
el segundo.
Quince de Marzo de Dos mil trece.
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