23 de junio de 2013

Cuento para el sol y la luna


La luna se desprendió del cielo. Esa estela de luz que alumbraba todo el firmamento se quedó prendada de una estrella más grande aún, debilitándola con sus rayos determinantes que la encandilaron y la apagaron, dejándose en oscuridad. Libertad miraba desde su alcoba y lloraba desesperada sin comprender tal acontecimiento, pues se creía heredera del universo iluminada por su padre, el sol. Tan dolorosamente sentía, sin embargo, que la bella compañera de sus sueños ya no aparecía para cantarle los cuentos al dormir, creyendo que se había quedado muda porque al amanecer la luz la dejó sin habla, sin poder interpretarle versos a la pequeña. Libertad creyendo que era descendiente de la luna, corrió la tercera noche sin ella y se asomó frente al río que cercaba la pequeña casa de madera y cholguán, asegurándose de que nadie pudiera oír sus pasos en la madrugada que se adelantaba. Decidida, abrió su ventanita y apoyando sus pies en una silla para alcanzar su cometido, saltó para observar el cielo lleno de hermosas luces, que en nada se comparaban a su nanaita grande, como ella le decía. Observaba los cerros del valle, tan estáticos y contemplativos en su fortaleza que Libertad juraba, ahí estaba su nanaita.

Recordó entonces que en un día de lluvia cuando creían que el pueblo desaparecería en semejante diluvio, ella se encontraba con fiebre, tendida en su cama al punto de la inconsciencia, cuando de repente una luz anaranjada, casi crepuscular, repasó la ventanita y le recitó unos versos para que se durmiera y lograra recuperarse. "Es para ella – le dijo - tu mama grande, la que alegra tus noches de cuna. Te pareces a ella, tan bonita como sus ojos, tan libre como su piel blanquita...recuérdate esta canción cuando sientas miedo y no haya nadie cerca . Entonces el sol, con una arpa sacada de las nubes que lo acompañaban, le dedicó la canción de ritual para la luna, de la cual vino al mundo Libertad, blanca y serena: "El sol, el sol le canta su amor, el sol le canta su amor" comenzaba a cantar entre sollozos, ansiando que su nanaita apareciera y le prometiera aparecer: "El sol, el sol le canta su amor, el sol le canta su amor".  Nunca se le olvidaría esa canción, pues en tiempo de eclipse el Sol llamó a la luna y fue tal compunción que concibieron a la pequeña, leyenda que le gustaba a Libertad, para sentirse testigo de la incandescencia jamás antes vista.

La niña persistía y persistía, sin respuesta alguna de su nanaita. Cantaba con más fuerza por enésima ocasión, creyendo que podría atraerla. En su último intento, tomó una impostación jamás antes lograda en ella, para que luego cantara parte final del ritual para la luna. Luego, el viento se hizo presente y ayudó a la búsqueda de su compañera, mientras los cerros se remecían cuales árboles en aquelarre con el eco de la voz desgastada de la niña. Nada ocurría, y Libertad comenzaba a perder optimismo, mientras lloraba por desesperación "nanaita" gritaba, "nanaita" pero nada acontecía. La luna escondida en el cerro grande, escuchaba tarde los llantos y cantos. Se mantenía estoica en su orgullo, mientras Libertad perdía las fuerzas. Cuando le llegaron los últimos ecos, llamándola nanaita, decidió ir a su encuentro, pero no sabría diferenciarse de los demás objetos celestiales, pues la luz blanca y tenue se le habían acabado. Corrió entonces escondida entre los valles, y las nubes la ayudaban a mantenerse estable y ligera en su andar. Ahora el silencio preocupaba a su madre, pues los quejidos y cantares ya no se oían por ningún recóndito.

Llegó hacia el Valle de la Luna, en la piedra alta que colindaba a la pequeña casita de la niña. Desesperada se posó por entre los árboles, y lloraba por no encontrarla, pues no tenía luz para que su búsqueda se facilitara. Un eco, hizo dar con una respiración entrecortada, y la oyó hasta dar con su paradero. Yacía acostada en el pasto, con el aliento agitado, temblando de frío. La luna se hizo más oscura aun, sintiéndose culpable por ser tan orgullosa y no haberla recibido minutos antes. Libertad media inconsciente, se dio cuenta que había llegado la compañera de sus noches y sus adentros se llenaron de felicidad. "Nanaita, llegaste" "nanaita, el sol... El sol le... canta... canta... canta."

Se desvaneció por completo en los brazos de su madre, mientras ella le cantaba "no temas mi niña, la luz ya llegó, la noche está en cuna y su amor te iluminará, de mañana tu sol en bruma, tu papa de amanecer, te dará la vida entera, los ideales pa’ tu ser" aquella canción que la dormía y que siempre tarareaba antes de la medianoche para ella, Libertad libre. No despertaba, y la luna se estremecía culpable, Libertad yacía pálida, blanca, más que nunca. La luna le cantó el resto de la madrugada, meciéndola en su regazo, hasta perder las fuerzas con la hija concebida por aquella noche de eclipse. Se despertó con la mañana y se descubrió débil, mientras el sol ya aprontaba su llegada. No quería advertirlo, se negaba a sentirse más desgraciada por aquella estrella traicionera, y era en ese momento que decidió dejarle una nota entre los cabellos enredados de libertad, cuando el apareció. Ayudada por las nubes, se aproximaba a arrancar, pero sintió un temblor en el valle que hizo entender que debía quedarse. Era el llamado del sol.

El sol ensimismado, no hallaba a su costilla, y se precipitaba a buscarla en el cerro grande, pero peor fue su angustia cuando sintió el vacío en su calor  - "La luna” -  replicó para sus adentros. Fue hacia el valle de su nombre, esperanzado de que la niña y su madre aun estuvieran allí. Desvestida de blanco invierno, la luna se asomó y allí estaba, cuando justo escribía una carta de despedida.
 - ¿Por qué te vas? Preguntó sin rodeos.
 - Debo irme, es de día
 - Libertad no está bien, quieres quedarte? Le dijo, arrastrando sus rayos hacia la pequeña.
En un intento de escabullirse de ellas, la luna dijo:
 "Es tu deber mantenerla libre, yo no tengo fuerzas, me quitaste la poca luz que me quedaba, estoy fuera del valle, me quemaste, sol, y eso que no era pájaro."

Libertad, al sentir calor en su humanidad diminuta, despabiló un ojo y se remitió a su conciencia. Observó lo que ocurría, ambos entes celestiales estaban frente a ella, sus creadores la cuidaban, sin embargo, un penar se veía en los ojos de la luna. "El sol, el sol le canta su amor" comenzó a cantar, luego los pájaros, luego los vientos, el río y los sauces del valle se mecían al compás de la melodía "el sol, el sol le canta su amor" cual sinfonía creada para un cuento que Libertad se proponía a escribir cuando supiera hacerlo.

 La luna avergonzada por el momento, decidió volar de ese cuadro en el que no encajaba, con melodía en sol mayor.
No te vayas, espera… no te vayas - dijo el sol confundido -  tú eres Libertad, ella es la luna, no la dejes .Tú eres el sol, yo soy la luna, yo te poseo, tú eres la luz que no tengo, no te vayas. No quise dañar tu estela boreal. Nunca quise dejarte blanca, diminuta… Si te canté esa canción en noche de eclipse, era eterna sin final.

La luna confundida, tomada por el candor del sol, se negaba con el miedo de quedar para siempre sin protagonismo de la noche que era su sitio, su lugar en este universo infinito. Lo amaba y amaba a Libertad, fruto de su unión, Libertad libre. Fue ahí cuando se entregó al abrazo caluroso del sol y le susurró débil: “Si quieres quedarte conmigo, cántame el ritual cada noche y me tendrás cada atardecer, antes de que dejes caer al día" y desapareció del lugar. Libertad sorprendida por aquel repentino momento, explotó en lágrimas y se desmayó, pero el sol la encandiló con sus rayos y la cuidó para que durmiera en su cuna.  Al atardecer, Libertad se levantó y miró hacia la ventana, esperanzada de que la promesa de la luna fuera resuelta por el sol y aparecieran ambos allá arriba. Luego de un momento encontró la nota de la luna que terminaba con estas palabras: "Sé siempre hija de las estrellas, Libertad libre, te amaremos en todo momento y en noche de eclipse."

Nadie adivinó que al caer esta noche, con veinte años, yo Libertad libre, veo a la luna y el sol retozando cada noche, más claro cuando está despejado. El sol y la luna se pertenecen, y yo soy Libertad libre, hija de las estrellas, mirando el crepúsculo por mi ventanita donde el valle se tiñe de colores, el valle del sol y la luna.



Escrito en un día de locura, valió la pena. 
Para Libertad.

14 de junio de 2013

Evocación populárica

Quiero hervir la tetera
que te aparezcai del umbral de la certeza
te alumbris por la melodía mañanera
vengai caminando calladito
y me prestis toas las hierbas
que del Valle me’ hai traido
te le encargo con vehemencia
el corazoncito mío
hagai de todas mis asperezas
un mar que jamás ha visto navío

quiero agüitas de toas infusiones
una mezcla de sal y vino
pa templar el cuerpo y las manos
que han extrañao’ tu embusterio frío

no me prometa mucha locura
ni tampoco tanto hastío
solo quiero que te adentris
a mis abrazos largos y furtivos

acá al horizonte de la menguá
te entrego un cariñito
luna creciente es mi palpito
usté adéntrese  pronto
antes que el hielo sur me entrañe los sentios’


de sueños y otros tópicos

Sonaban las sirenas afuera
y tu boca por fin hablaba
así con los sueñosme dijiste
así de simple” respondí
cuando a tu abrazo me encontraba

comenzaste por la espalda
iniciaste la caricia
mientras mis ojos asomaban
el paisaje de tus hombros / lunares y colinas
tus manos hacedoras
luego
meneaban mi cabello
desordenado
y el bolso cayó
por inercia
la rienda se soltó
cuando tus labios
se proyectaron

Drexler de fondo entonaba
la banda sonora / la melodía de aquellos locos
y por allá
dispuestos nosotros
a consumar
tan irrefutable acto
dejarnos llevar en simple jolgorio

tu mirada tan clara
mi tacto con memoria
esa espalda /armoniosa silueta
vaivén de cuerpos
de poética alevosía

balsa en mar adentro / semejante bahía
besos navegados
hasta encontrar tu orilla

así de simple” repliqué
ante semejante sueño
como efímeros pedacitos
que se niega uno a creerlo.


7 de junio de 2013

Acepciones acerca de la revolución

la revolución de la ira
la revolución de sus ojos
la revolución de una caricia
la revolución de tus recodos
revolucionados cuerpos
revolucionados gritos
revolucionada gente, que orgullo y miro
revolucionados alientos
revolucionados suspiros
¿Quién dice que la revolución no es otra cosa
que vivir despierto ante los sentidos?

Te quise

Te quise
fue fácil quererte
alumbrar las noches con tu cuerpo
abrazar el verano eterno con tus muslos gruesos
acariciar la madrugada con tu nieve
amansar las soledades estas que ahora se remueven

fue intrépido segundo infinito
efímero angustioso y certero
los besos profundos y hondos
los abrazos cuando el sol se topa con el señuelo
con las complicidades falsas que trajo tu paradero

fue fácil dejar de contenerme
ante semejante personaje
ante semejantes palabras
enamorarme no fue fácil
pero no pude evitarlo
cedí al precipicio
de tus manos que me tocaron

no es fácil escribirte
aun cuando son mis últimas palabras
aun cuando estas te renombran
para no volver a toparte en nunca más nada

te quise aun sabiendo
que no podía quererte
aun arriesgándome al momento
que habría de perderle

imagine como ha de dolerle
a usted el corazón infinito
no se imagina usted
como dejó a mi suerte
el corazón dolido, doliente.


25 de mayo de 2013

Lamenta la canela


Yacía la mano de Libertad contra el pecho tibio y extenso del amante diurno, situada cual pluma de ganso puramente seleccionada para los almohadones en la madrugada venidera que invita al letargo guarenesco de la soledad y la pereza acompañado de un cuerpo que provenga de energía calórica para los helados matinales. Por su parte, trigueño y acallado en su soledad, el hombre miraba hacia el techo gastado por la humedad y la falta de cuidado, atendiendo con vehemencia a sus pensamientos que nadie adivinaba, con el ceño indiferente y la mano enredado en las humanidades de la muchacha que no paraba de pensar en aquella circunstancia recién consumada. Detrás, se mostraba lenta la mediatarde, entre tonos grises, niebla densa, tan profunda como los miedos de Libertad, tan humanos como los de Inku, y tan sumisos como las caricias que profanaban cada día esporádico, en donde el amor fugaz y el beso de paso, hicieron del muchacho no tan jovial, un espectro para Libertad que contradictoriamente, se estaba atando.

Levantó el brazo para ordenar el mechón de su cabello castaño que le molestaba en la frente, pasado unos segundos, se mordía el labio por el lado izquierdo, mostrando su inquietud del silencio que invadía el lugar. Nada acontecía, solo el nerviosismo de ella se manifestaba entre el suplicio del momento. Retiró entonces el torso posicionado sobre el lado posterior de Inku, y fue cuando reaccionó de momento - Me había perdido de momento – sostuvo desenredándose los cabellos medios grises con ambas manos y dirigiendo su mirada de miel hacia Libertad.

- Ah… si lo había notado, pero no quise molestarte. Parecías entretenido – dijo entonces, levantando una ceja en señal de molestia
- Libertad, pensaba en que el destino es bastante travieso… no sé.. te parece a ti?
- No sé, más bien pienso que nada es casualidad, ignoro si es lo mismo – replicó cortante.
- Pues, yo creo que hay ciertas cosas inexplicables, que la coincidencia hace sonar maravilloso  - dijo, mientras observaba la espalda de aquella muchacha jovial que le estaba siendo indiferente en ese momento.

Inku, hombre idealista, de una vida simplista, diferente al de los demás mortales, a sus años mantenía viva la esencia del sueño, y la esperanza. La existencia y sus recodos, eran su receta diaria para mantenerse sabio, llamativo. Vivía en directo ritual con la naturaleza y sus causes sin forzar, el fluir de todo en sus parámetros no manipulados por el hombre, cual hippie de los años sesenta conectado como nadie con los pies de la tierra. En ese momento pasaba por situaciones desafortunadas y otras fuera de tiempo. Es decir, se sentía compasivo de semejante mujer de veinte y tantos, que apareció en una noche de verano después de mucho titubear, y ahora en el Otoño que se le caían las hojas, ella seguía presente aquella habitación de tonos sencillos que los vieron retozar por días y segundos intermitentes.. pensaba en cómo explicarle que esto se le había salido de las manos, en como se le había metido dentro sin que esto fuera permitido.

Libertad arreglaba sus cabellos con el peine que traía consigo, pues el silencio permanecía después de la declaración de Inku y sus coherentes descubrimientos de la vida y su curso. La blanca humanidad de ella encandilaba el lugar, seguía desnuda en un rincón de la cama, con un profundo pesar en los ojos grandes que le propinaban una belleza diferente. Mientras tarareaba una canción, Inku se le acercó al hombro derecho de ella y prosiguió con la melodía de la muchacha, a lo cual, ella molesta, le aleja la mano sostenida y dice : -  Inku, ¿Qué mierda quieres? -  Él, con un gesto extraño se adelanta y manifiesta con las manos al viento – No te hecho nada!.. Estaba adivinando la canción. ¿Qué te ocurre que me tratas así? Determinó.

Libertad, apabullada por el descubrimiento de su encolerizada reacción, se levantó de la cama y se remitió a buscar su ropa tirada en el suelo con las cejas fruncidas, el aliento entrecortado y vocifera – No entiendo tu silencio, me desanima hacerte el amor y que luego huyas de ti mismo hacia la estratosfera sin decirme siquiera que te gustó, o que me quieres. Otras veces terminamos con la respiración cortada, pero hablamos y volamos juntos, en cambio hoy, no sé que pretendes hacer conmigo. Me duele porque te quiero, y en cada abrazo de martes, te quiero más. ¿Entiendes ahora?.

Consternado por semejante declaración, Inku salió de la recámara con el semblante bajado, a paso lento la dejó de mirar, y se retiró hacia la cocina. Libertad, destrozada en lágrimas terminaba de vestirse de manera rauda, cual preso buscara salir de aquella celda y no volver. Los minutos corrían y su amante contrariado no llegaba… Sacó un libro, lo hojeó, entre sollozos recitaba silenciosa algunos versos de Benedetti de cara a la ventana: “Quizá fue una hecatombe de esperanzas, un derrumbe de algún modo previsto, ah pero mi tristeza solo tuvo un sentido,  todas mis intuiciones se asomaron para verme sufrir y por cierto me vieron..”  Derrepente, la ventana se abrió sin que ella se percatara, y pronto adivinó a Inku taciturno, con los ojos de miel perdidos en su rostro que mostraba una sutil desdicha.

- El té de canela está servido – dijo sorpresivamente, omitiendo el momento convulsionado en el que Libertad se sinceró en palabras hirientes. - ¿Qué? – advirtió ensimismada, para luego levantarse y asumir que Inku no diría nada al respecto. Ella debía ir al comedor.

Fue así que se dirigió por aquel pasillo tan conocido desde Enero, aquellos pasos que daba lentamente hacia el escondite subversivo de aquellos sentimientos que solo añoraba arrancar. Inku gentilmente, le mostró la silla en la cual debía sentarse y asomó entonces los ojos por sobre la mesa, encontrándose con las tostadas tan cotidianas de sus matinales amores, la mermelada de frutilla preparada por las manos de aquel artesano soñador y toda suerte de hierbitas, de la cual siempre había preferido la canela. Libertad sintió un dolor más triste aún, cuando comprendió que era una suerte de última cena, un banquete que marcaría el desenlace de aquella historia que se tejía en la complicidad sin nombre, sin embargo sonreía, pues sabía que era feliz en ese momento y en todos los anteriores que la volvieron presa de alguien quince años mayor.

Una vez sentados, Inku se encomendó a probar las tostadas, mientras Libertad no paraba de mirar sus manos, su cuerpo y sus labios. Sonaba música por la radio antigua que siempre traía boleros a la hora del almuerzo. Daba vueltas con su cuchara al té caliente, para luego abrir su boca por última vez.
- Esto era todo verdad?... en esto se reduce las horas, la vida a tu lado? – dijo, mirando las pupilas de su amante.
- Mengana, yo no busqué que me quisieras.. yo no busqué quererte. – replicó tajante.

Libertad no dijo nada más. No probó el pan, se terminó el té como pudo, miró hacia el ventanal de calle y miraba los automóviles pasar. La vida no era más que un día nublado, una tarde ya muerta en aquel lugar. No hubo más, excepto una acción que más tarde le haría creer en lo que Inku había dicho acerca de las coincidencias: las palabras cantadas por la voz del parlante fueron claves en el actuar siguiente de la muchacha desgastada: “La felicidad, si no la queri’ no te la llevi”

Libertad, categórica de un momento a otro, determinó:
- Inku, la canela se desgastó mucho en el agua… se deshizo.

Inku pasmado se quedó sentado, sin reacción alguna, apabullado por las palabras testimoniales de su amante diurna, viendo como se iba tras la música que sonaba como clarificadoras en los oídos de la muchacha. Libertad, fue por su bolso de colores, huyó corriendo por la puerta principal que daba hacia la calle de los autos y en un impulso, salió del pasaje sin voltear el rostro, sin Inku. Caminó unas cuadras sin rumbo, que acompañadas por unas gotas de las nubes densas, hicieron de su andar un sendero sin lugar.

“No importa, la fractalidad me da valor” dijo para sus adentros, una vez que logró tomar un microbús.















Para el final de una mañana, inspirado una canción de Pascuala Ilabaca.
Inspirado en la vida.

22 de mayo de 2013

Cortos IV


De que me sirve quererte ayayai corazón mío
de que sirven las constelaciones caramba si no cumplen mis hastíos
allá cualquier caricia encendiendo leñas vírgenes 
allá la soledad bendita, con el mate hirviendo al lado
prefiero la malva rosa, una hierbita templá
antes que un corazón embustero, 
un amor sin ná que ná.