Va y viene el viento con las hojas retozando,
vienen
y van mientras me siento en el fango
y escucho las guitarras acalambradas de tanto sonajeo
luego
vienen las cantoras con aires de recelo,
y
las compañeras allá arriba cantan y toman hasta el punto del delirio.
Los árboles descansan
como
llegando a la caricia indeleble de sus bailes a destiempo
mientras
la mengana recuerda sus momentos,
o escribe mientras tanto descansa en el bravío desenfreno.
El
valle siempre deja ese gusto a norte del pasado,
andinos
ancestrales, descanso de los hombres amansados,
de
los chasquis, de los diaguitas, de los norteños del tambo.
Así
Elqui retoza en el cielo y en el cerro,
en
los recuerdos y en los suspiros de su gente
como
si fuesen traídos de años dorados,
de gente y pueblo, de calores y dolores
eternos,
hojas
y viento van y vienen
van
y vienen así el valle, el delirio, el ensueño.
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