28 de noviembre de 2012

Compañero ausente


Compañero ausente, en estas palabras de la noche no aspiro a muchas ilusiones provisorias, a grandes sueños indolentes, no pretendo sorprenderte a estas horas venideras, no sé que pretendo al escribirte, no sé de que huyo al encontrarme, porque de encontrarme te pierdo, sin haberte tenido.

La palabra resuena lenta, precisa, hallada. La complicidad la escribe temerosa, como cautiva en el segundo, cual instante perfecto se idealizara para soñar con los no – lugares existentes en la orbe de los injustos y los ciegos, en los lujos, en las almas pobres, en las miradas eternas, en los reojos de la muchedumbre en la que no te he encontrado, en la que nunca me has visto.

Hombre de las palabras infinitas, no redundes en lo ya dicho, no busques, encuentre vida en donde el sol se pose en tu semblante irreconocible de los pesares que no lloran, que más bien encadenan tu andar, busca verso y soledad bohemia de la madrugada, siembra primavera larga y duradera, y no pise las hojas amarillas caídas del pasado otoño, que la estación es corta y los suspiros largos.

Y si nunca te he visto, y tampoco me has encontrado… ¿Cómo puedes entonces creerle al verso cauteloso, en los labios de un desconocido?, pues debes creer que el verso puede más que el silencio, más que todo lo calmo, como mar adentro sin corriente, sin mareos.

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