Esta historia solo se
quedará en las cuerdas de tu guitarra, mengano. Cuando dejen de ser las catorce
con treinta, la tinta en tu papel habrá desaparecido para esfumarse en las
melodías en sol, ni fa ni re… solo el Sol.
No probé tus labios de
miel, tus cabellos grises jamás trastocaron mi frente, tu risa solo se quedó
impregnada en la memoria de mis deseos furtivos, en las flores cortadas antes
del atardecer y más, en aquella primavera tránsfuga que aconteció tan rauda que
los botones de los girasoles no conocieron el radiante semblante que me instalaba
una sonrisa sutil y nerviosa. Y sin embargo conté con tus palabras y sueños
escritos en cada medianoche, bajo los silentes madrugadores que se esperaban
frente a la muralla de la cobardía, de los instintos fallidos por lanzar un
llamado, un suspiro al aire para respirarte, para hacerme la valiente y
buscarte entre la multitud, abrazarte, o saludarte… tal vez besarte de golpe, y
luego irme para nunca encontrarme entre tus brazos. Mengano de ojos tan
misteriosos, oscuros, libres, fuiste la estación del tiempo que apareció y
desapareció en el momento mismo, eres el amor más fugaz que mi sien pudo haber
tenido, sin siquiera haberte reclutado en mis sábanas, menos en la piel rasgada
de sazón por ti.
Estas son mis palabras
por última vez, ahora puedes cantarla sin pudor alguno. Puedes fantasear con la
musa de tus canciones, sacarás respiros de la vida a la que te entregas como eclipse
solar heroico y valiente, seguirás buscando girones parar rodearte a ellas,
para saciarlas a ellas, porque el Sol será testigo de la tímida flor que se
distrae con tu luminosidad incandescente, de las adolescentes enamoradas,
cuales jóvenes distraídas, en el encuentro con el peligro, mengano.
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