Mis pasos caídos se aletargan en tu devenir profundo de la
oscura madrugada. Tus desdenes, infinito hombre, son como temblores que
apesumbrados me encolerizan de ilusiones baratas, de amores sin freno, de
incoherencias vanas. Si tu vuelo infinito es como un llamado del sol a tu
ventana, de las corrientes presuntuosas de tu encuentro, como luciérnagas
andantes de un calor invisible del tiempo y de estas horas malditas sin
sentido. ¿Y que más podría ansiar? Que más que tus candentes labios sabor de la
luna inmersa en el sol, que tus palabras silentes en el resplandor de una tarde
cualquiera, una simple ave paseando por
las galerías impenetrable, cual Neruda despreciando al gentío mundano de estas
horas y en otras tantas, el reflejo de tus ojos en mi lago en el cénit. La puta
primavera ha cortado los jazmines del rosal, o los rosales del jazmín
girasolar, como el sol del efímero suspiro de la muchacha enamorada, de la
definición teórica de tus des – encuentros, o de tus instintos galácteos del
orden caótico de tu selva ocular.
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