Cuando la
muchacha se desliza
por lo sutil
de su vientre
se desparrama
la cautela
la razón se
vuelve incandescente
las orillas
de tus hombros
el delicado
torso que contemplo
son acaso lo
inefable
lo metafóricamente
bello.
afanosamente
la muchacha
se vuelve
océano
mar
letargo [luego movimiento]
y la
humanidad se ahoga
en las olas
que refiero
invocando naufragar
no llegar a
la costa
seguir
eternamente
perdida en
el cuerpo
perdida en
las horas.
Revienta
entonces aquel poema
cuales palabras
van creando
lo veleidoso
de la escena
lo misterioso
de tus labios
aquella inmortal silueta
profundidades
nauseabundas
salvajes contornos
no podría
llamarse torbellino
más bien semejante
bravío indómito
al faro de
tus pupilas
he de
continuar guiando
en tus manos
simplemente navegando
divagando
contemplando
llegar a
puerto
sin menoscabos
cual tierra
avistada [sea entonces]
aquel puente
de mis presagios.
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