Mengana, eres la medianoche de mis adentros,
El mediodía
de mi garganta, la parsimonia de mis besos.
Vuelves al cenit como del río al agua, como llenando el vacío,
Como
retirando el perímetro, el área del cubo de tus senos.
Vas
indolente y ligera, como niña corriendo tras las esquirlas,
Pareces
adolescente con tanta risotada, con tanta bobería,
Y aun así,
alegras mis soles, mis eternidades,
todas estas cosas mías.
Al caer la
tarde te encuentro, inocente y juvenil, con tu mirada y la mía,
Como pegadas
andan, tales imanes, tu sonrisa y la mía…
Como si no importaran tus
aventuras,
mis errores, mis deseos y tus vidas.
Llegas
presurosa a mi auxilio,
evitando el
precipicio, porque cuando apareces,
Solo me
pierdo en tu olvido,
en tu olvido que es tan tuyo y mío,
tan nuestro y de nadie,
tan de
siempre, y como nunca,
como si el
sabor de tus labios no se hubieran ido nunca.
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