Eres la noche, las estrellas
las orillas de los mares,
cual vaivén incandescente
me otorga tus lugares.
Soy la arena en tus manos,
la piel que acaricias indeleble,
vas cauteloso a mi encuentro,
como el río al velero.
Constelaciones infinitas,
en el mar oscuro,
cual cómplice taciturno
nos revolviera las esquirlas.
Y ya que estamos en el encuentro
de la caricia infinita,
hagamos de nuestros propios deseos
un oleaje de vivencias exquisitas.
Para el mengano, el único, el soñador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario