Somos más que un grupo, mucho menos que humanos gastando zuelas por solo querer caminar. No es lujurioso, una suerte de placer inexplicable puede correr nuestros componentes neuronales, cual beso múltiple entrega una indescriptible sensación en quienes vamos en el hilo sin enhebrar.
El cuadro puede parecer de una orgía popular que consiste en la catarsis del pueblo, de las viejecillas de casas marginales, de hippies que viajaron a través del tiempo, otras jovencitas mostrando cortas vestiduras, cientos de artesas con utópicos cannabis, unas africanas mestizas que bailan al son de un gentío sublevado por el danzar de esas percusiones que se podrían describir un tanto demoníacas, otros expelen al ambiente unos rituales cuyo lenguaje es de otro planeta. A los lados parecen venir escoltados por semejantes felinos que presentan un disfraz amargo, sucio, un poco guarenesco que complementa este papel de mantenerse alerta, cual salvaje león alertando a su presa. Pero los colorinches personajes no suelen inmutarse por aquellos que parecieran esperar una señal del enemigo para actuar... nada ocurre, incluso parecen burlarse de ellos. Otros cargan banderas rojas, como si tuvieran su patria dominada, su lugar en esta algarabía espeluznante que se agolpa en las callejuelas de la ciudad, en el centro de la rutina y de lo inhumano, en lo normal y repetido, en lo insensato y en lo robótico.
Yo voy con ellos, y aún así me pregunto porque los sigo. Pareciera que junto a su locura, quisiera romper con la cordura, que la fluidez de su esperanzadora campana libertaria hace que las aves vuelen con más aire por el firmamento, o que sus sueños parecen reales en un país o en una sociedad que no se inspira en tal obra de arte. Unos bailan y otros gritan, muchos fuman y pocos se quedan callados, es imposible no formar parte de la masa, es inconcebible no tener pecados capitales con semejante panfleto atrayente, seductor que nos desenfoca de la misma melodía de la vida. Y encontróme aquí, con los zapatos de caña baja en la corriente de los cambios, en la simbología cromática más extraña que se precipita con todo a su paso, a punta de alentado grito, y de sofocante aliento.
Porque no somos solo la levadura, sino también el motor, el ritmo.
Para una simple - mente social, con ocaso de sol en el mar.
Sigues asombrándome,escribes demasiado bonito y uno puede ver como quieres describir las cosas... debes seguir así "Porque no somos solo la levadura, sino también el motor, el ritmo."
ResponderEliminarTe amo y me alegra poder tener este privilegio de leerte =).