En el corredor de ese
pasillo, te encontrabas, y me observabas con inocencia. Tus ropas quemaban mi
pudor por no corresponderte con la mirada, cuando sabías que ya me habías
ganado la partida… yo no pronunciaba gesto, menos palabras… porque sobraban en
ese instante perpetuo en el que solo existía tu deseo escondido y oculto como
el secreto más preciado. Volteé la espalda y con desdén seguí mi rumbo,
mientras que el corazón se desgarraba de mis entrañas por ir a tu encuentro y
calmar tu fuego. En las palabras que
salen de mi bolígrafo, escritas en una servilleta que guardé en mi chaquetón, apareces
en un presente tan lejano a la época de antaño que nos unía, en la adolescente
experiencia del amar, en aquella locura que ignoraba el paso del tiempo por
nuestras cabezas, en donde solo quedarnos acomodados a la orilla de una
plazoleta bastaba para delirar de pasión, para revelarnos ante el mundo, en ese
espejismo abisal de la tarde desvaneciéndose por el poniente.
Mis faldas de colegial
insistían enredarse con tu humanidad impredecible, pero ese corredor del pasillo
nunca adivinó nada de nuestros pasos, todos aquellos en falsos que callaban
nuestras declaraciones infinitas de amor excesivo, cual Romeo y Julieta se rencarnaran
para consumar su destino. Hoy con la mente más fría y calmada que hace unos tantos
atrás, puedo contemplar esa aventura que ni tu mirada, menos la mía podían haber
imaginado. Eras grandioso cuando decías amarme, mas cuando llegaste al abrazo
determinante de nuestras vidas en aquel sitio que nos desafiaba a comportarnos
como dos seres cabales, mas era imposible controlarme ante tu llegada. Una vez
que salí de ese pasillo recorrí todos los parajes más cercanos hacia donde tu
silueta hubiera estado presente, tratando de exorcizar tu espíritu para que no
callara más el sentimiento que me quemaba.
Entonces cuando ya no
pude seguir conteniéndome, fue que te encontré en algunos de esos lugares, en
cuerpo y alma frente a mi, con el semblante sincero pidiéndome amor eterno, necesitando
mis alientos, mis tormentos… como si no hubiesen sido suficiente predicción
aquella huida en el bendito pasillo. Se me ha acabado la servilleta, y a la
tinta del bolígrafo le queda solamente agonizar, pero mientras me termino el
café, me acabo la historia que nunca debió haber sido comenzada, pues tras
siete años de haberte conocido, esta muchacha solo guarda la memoria de aquella
púber encolerizada que dejó a la deriva su suerte, que por suerte, ha
recuperado su deriva.
"Y en su espuma gira lo que no alcancé,
a decirte... muy bien"
a decirte... muy bien"
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