25 de mayo de 2013

Lamenta la canela


Yacía la mano de Libertad contra el pecho tibio y extenso del amante diurno, situada cual pluma de ganso puramente seleccionada para los almohadones en la madrugada venidera que invita al letargo guarenesco de la soledad y la pereza acompañado de un cuerpo que provenga de energía calórica para los helados matinales. Por su parte, trigueño y acallado en su soledad, el hombre miraba hacia el techo gastado por la humedad y la falta de cuidado, atendiendo con vehemencia a sus pensamientos que nadie adivinaba, con el ceño indiferente y la mano enredado en las humanidades de la muchacha que no paraba de pensar en aquella circunstancia recién consumada. Detrás, se mostraba lenta la mediatarde, entre tonos grises, niebla densa, tan profunda como los miedos de Libertad, tan humanos como los de Inku, y tan sumisos como las caricias que profanaban cada día esporádico, en donde el amor fugaz y el beso de paso, hicieron del muchacho no tan jovial, un espectro para Libertad que contradictoriamente, se estaba atando.

Levantó el brazo para ordenar el mechón de su cabello castaño que le molestaba en la frente, pasado unos segundos, se mordía el labio por el lado izquierdo, mostrando su inquietud del silencio que invadía el lugar. Nada acontecía, solo el nerviosismo de ella se manifestaba entre el suplicio del momento. Retiró entonces el torso posicionado sobre el lado posterior de Inku, y fue cuando reaccionó de momento - Me había perdido de momento – sostuvo desenredándose los cabellos medios grises con ambas manos y dirigiendo su mirada de miel hacia Libertad.

- Ah… si lo había notado, pero no quise molestarte. Parecías entretenido – dijo entonces, levantando una ceja en señal de molestia
- Libertad, pensaba en que el destino es bastante travieso… no sé.. te parece a ti?
- No sé, más bien pienso que nada es casualidad, ignoro si es lo mismo – replicó cortante.
- Pues, yo creo que hay ciertas cosas inexplicables, que la coincidencia hace sonar maravilloso  - dijo, mientras observaba la espalda de aquella muchacha jovial que le estaba siendo indiferente en ese momento.

Inku, hombre idealista, de una vida simplista, diferente al de los demás mortales, a sus años mantenía viva la esencia del sueño, y la esperanza. La existencia y sus recodos, eran su receta diaria para mantenerse sabio, llamativo. Vivía en directo ritual con la naturaleza y sus causes sin forzar, el fluir de todo en sus parámetros no manipulados por el hombre, cual hippie de los años sesenta conectado como nadie con los pies de la tierra. En ese momento pasaba por situaciones desafortunadas y otras fuera de tiempo. Es decir, se sentía compasivo de semejante mujer de veinte y tantos, que apareció en una noche de verano después de mucho titubear, y ahora en el Otoño que se le caían las hojas, ella seguía presente aquella habitación de tonos sencillos que los vieron retozar por días y segundos intermitentes.. pensaba en cómo explicarle que esto se le había salido de las manos, en como se le había metido dentro sin que esto fuera permitido.

Libertad arreglaba sus cabellos con el peine que traía consigo, pues el silencio permanecía después de la declaración de Inku y sus coherentes descubrimientos de la vida y su curso. La blanca humanidad de ella encandilaba el lugar, seguía desnuda en un rincón de la cama, con un profundo pesar en los ojos grandes que le propinaban una belleza diferente. Mientras tarareaba una canción, Inku se le acercó al hombro derecho de ella y prosiguió con la melodía de la muchacha, a lo cual, ella molesta, le aleja la mano sostenida y dice : -  Inku, ¿Qué mierda quieres? -  Él, con un gesto extraño se adelanta y manifiesta con las manos al viento – No te hecho nada!.. Estaba adivinando la canción. ¿Qué te ocurre que me tratas así? Determinó.

Libertad, apabullada por el descubrimiento de su encolerizada reacción, se levantó de la cama y se remitió a buscar su ropa tirada en el suelo con las cejas fruncidas, el aliento entrecortado y vocifera – No entiendo tu silencio, me desanima hacerte el amor y que luego huyas de ti mismo hacia la estratosfera sin decirme siquiera que te gustó, o que me quieres. Otras veces terminamos con la respiración cortada, pero hablamos y volamos juntos, en cambio hoy, no sé que pretendes hacer conmigo. Me duele porque te quiero, y en cada abrazo de martes, te quiero más. ¿Entiendes ahora?.

Consternado por semejante declaración, Inku salió de la recámara con el semblante bajado, a paso lento la dejó de mirar, y se retiró hacia la cocina. Libertad, destrozada en lágrimas terminaba de vestirse de manera rauda, cual preso buscara salir de aquella celda y no volver. Los minutos corrían y su amante contrariado no llegaba… Sacó un libro, lo hojeó, entre sollozos recitaba silenciosa algunos versos de Benedetti de cara a la ventana: “Quizá fue una hecatombe de esperanzas, un derrumbe de algún modo previsto, ah pero mi tristeza solo tuvo un sentido,  todas mis intuiciones se asomaron para verme sufrir y por cierto me vieron..”  Derrepente, la ventana se abrió sin que ella se percatara, y pronto adivinó a Inku taciturno, con los ojos de miel perdidos en su rostro que mostraba una sutil desdicha.

- El té de canela está servido – dijo sorpresivamente, omitiendo el momento convulsionado en el que Libertad se sinceró en palabras hirientes. - ¿Qué? – advirtió ensimismada, para luego levantarse y asumir que Inku no diría nada al respecto. Ella debía ir al comedor.

Fue así que se dirigió por aquel pasillo tan conocido desde Enero, aquellos pasos que daba lentamente hacia el escondite subversivo de aquellos sentimientos que solo añoraba arrancar. Inku gentilmente, le mostró la silla en la cual debía sentarse y asomó entonces los ojos por sobre la mesa, encontrándose con las tostadas tan cotidianas de sus matinales amores, la mermelada de frutilla preparada por las manos de aquel artesano soñador y toda suerte de hierbitas, de la cual siempre había preferido la canela. Libertad sintió un dolor más triste aún, cuando comprendió que era una suerte de última cena, un banquete que marcaría el desenlace de aquella historia que se tejía en la complicidad sin nombre, sin embargo sonreía, pues sabía que era feliz en ese momento y en todos los anteriores que la volvieron presa de alguien quince años mayor.

Una vez sentados, Inku se encomendó a probar las tostadas, mientras Libertad no paraba de mirar sus manos, su cuerpo y sus labios. Sonaba música por la radio antigua que siempre traía boleros a la hora del almuerzo. Daba vueltas con su cuchara al té caliente, para luego abrir su boca por última vez.
- Esto era todo verdad?... en esto se reduce las horas, la vida a tu lado? – dijo, mirando las pupilas de su amante.
- Mengana, yo no busqué que me quisieras.. yo no busqué quererte. – replicó tajante.

Libertad no dijo nada más. No probó el pan, se terminó el té como pudo, miró hacia el ventanal de calle y miraba los automóviles pasar. La vida no era más que un día nublado, una tarde ya muerta en aquel lugar. No hubo más, excepto una acción que más tarde le haría creer en lo que Inku había dicho acerca de las coincidencias: las palabras cantadas por la voz del parlante fueron claves en el actuar siguiente de la muchacha desgastada: “La felicidad, si no la queri’ no te la llevi”

Libertad, categórica de un momento a otro, determinó:
- Inku, la canela se desgastó mucho en el agua… se deshizo.

Inku pasmado se quedó sentado, sin reacción alguna, apabullado por las palabras testimoniales de su amante diurna, viendo como se iba tras la música que sonaba como clarificadoras en los oídos de la muchacha. Libertad, fue por su bolso de colores, huyó corriendo por la puerta principal que daba hacia la calle de los autos y en un impulso, salió del pasaje sin voltear el rostro, sin Inku. Caminó unas cuadras sin rumbo, que acompañadas por unas gotas de las nubes densas, hicieron de su andar un sendero sin lugar.

“No importa, la fractalidad me da valor” dijo para sus adentros, una vez que logró tomar un microbús.















Para el final de una mañana, inspirado una canción de Pascuala Ilabaca.
Inspirado en la vida.

22 de mayo de 2013

Cortos IV


De que me sirve quererte ayayai corazón mío
de que sirven las constelaciones caramba si no cumplen mis hastíos
allá cualquier caricia encendiendo leñas vírgenes 
allá la soledad bendita, con el mate hirviendo al lado
prefiero la malva rosa, una hierbita templá
antes que un corazón embustero, 
un amor sin ná que ná. 

Sefiní

No me quedo con el libro
ni tampoco con los recuerdos
menos con las palabras
tampoco con el desayuno
tampoco con los almuerzos
donde entreabriamos un poco
la vida y sus enredos

tampoco he de quedarme
con las pegatinas del techo
ni con el girasol que se destruía
por el paso del tiempo
tal vez podría recordar
aquellas frazadas indómitas
donde fue tu cuerpo y mi cuerpo
protagonistas de las nubladas calurosas

allá con los gemidos
con la boca
con los brazos
con los muslos benditos
con tu mirada de faro
no me sirven de mucho
no me sirven tan falsos los deseos
no me importa su dolor, mengano
yo vivo desde hoy el duelo adentrado

adiós al señor maduro
adiós al hombre aguerrido
cest’ fini el amor tan acortado
e 'tutto finito
it’s over al humito de té enarbolado.


14 de mayo de 2013

La escritora


Compañero desde la trinchera le escribo
entre la ropa vieja y cuanto harapo
con mis labios secos e irritados
y estas manos aguerridas, un tanto sucias
acechando la sangre cobarde del que nos impugna

los libros quemados en la calle
toda la poesía vuelta ceniza
aquellas palabras que te escribiera
el fuego las he desaparecido [la dictadura, la policía]
esos de verde calcinaron la creación misma
toda ventana abierta al desalojo de bravura
esa calma de las páginas dobladas
que ahora no son más que pólvora y censura

pretenden desaparecer la carne
la roja vestidura
quieren volver sonsos, ignorantes
evangelizarnos a punta de genocidio [los cobardes]
someternos a la impudicia que les ciega
volver analfabetos a los cuidadores de mi tierra
compañero, mas mi fortaleza
es simple proeza pasajera
mientras viva justa mi bandera
los surcos de mi cuerpo
dejarán la herida abierta
cuando vea a Chile justa
patria nueva

entiendan verdugos infames
sujetos enajenados en su propia fiesta
que por más quemen y quemen
los libros, las páginas enteras
no dejaré yo de escribir
aun me encuentre recitando muerta
tomará el ciudadano la historia
y juzgará por entonces la contienda
allí viviré en la memoria renovada
veré mi gente leyendo en la alameda
libres regocijando nuevos versos
cuando vayan marchando  [los alegres ruiseñores]
y les llegue en la cara
palabras que jamás entendieran

ya entiende compañero la trinchera
sea este el testigo del dolor que nos aqueja
vaya para la vislumbre un canto a la esperanza
y rompamos con versos nuevamente la balanza.


Temporal


Hombre estacional
tan efímero como pienso
y entonces digo vos
y entonces te encuentro luego
te nombro calladamente
y las hojas van muriendo
como vencidas
como si al invierno
tú, hombre de paso
ya no existieras para ese tiempo

digo paz, y luego trueno
 te nombro nuevamente
y llegas de momento
que si volteara al corazón [todo un vano intento]
que si rienda suelta [seguro que no me quemo]
luego el candor más oscilante
después a contar todos mis parabienes
¿Y qué resolveré entonces, cuando diga ‘te quiero con un amor silente?

amor pasajero
hombre de nadie
usted me llena de gracia
su credo es una simple obsesión rebosante.

Faro

Lentos sonares, 
cual valsecito me persiguiera
mas allá a lo lejos
diviso un faro con aquella luz amedrentando
acá el viento me hiela los pómulos
y me susurra - 'dejá de suspirar, bailá un rato'
voy y le contesto - 'y de qué me sirve bailar con los pájaros?'
toma respiro y me dice - 'el amor se te va en algunos pasos'
- 'no entiende usted, que se me ha quedado adentro,
cual estuviera aquí prendado?'
- 'no se vaya a quejar entonces
si no le he advertido algún reparo'

- 'no, que va! no habría de que molestarme
mas
yo espero aquellas manos
sus valerosas manos
y su andar de hombre
y su cabello casi escarchado'

no me busques más entre los pájaros, viento
que a la luz del faro, seré el timón de semejante barco.

5 de mayo de 2013

Yo vine al mundo


Yo vine al mundo el día
en que Coquimbo mostraba sus cerros
cuando tenía nueve y un poco más
a conquistar desde el sur nuevos vientos
la austral geografía  era mi tesoro más preciado
cuando la nueva ciudadela me destapaba sus anhelos

mis blancas carnes
estructura huesuda y pesada
mis ojos tristes
el dolor de la Punta Arenas olvidada
mis manos recientes
conquistaban la arena y la playa
el clima templado
la mar que me bañaba
cambiaron a la pequeña niña
que solo en la lejana patria orillaba

me sumergí en Coquimbo
a la llegada intrépida del pirata
que en Guayacán silenciosa
sus infortunios guardara
cual conquistada fuera yo
de esta nortina región acaudalada

aprendí a quererle como era
con sus borrachitos en las calles
sus galerías de casas en las alturas
con los peñascos indómitos
con la vista al mar en toda su envergadura
la Parte Alta
la Pampilla
la Herradura
son emblemas de esta tierra
de amarilla negrura


hoy hago el mundo
el día en que Coquimbo
vino a su alumbramiento
hace no se cuántos siglos
y le quiero, le respeto
como si este lugar fuera mío
sus aguas tranquilas
desde entonces
tranquilizaron mi brío
su patria, sus jureles
su calma, su tino

soy afuerina coquimbana
olvidé los sures fríos
así fue mi nacimiento
en este puerto,
en la región de Coquimbo.


Borgoña


Voy por un sorbo de vino tinto
amansando su candor en frutillas
tranquilitas se posan sobre burdeo lago
templando la mar, acariciando la tarde
apaciguando la conciencia intranquila
reposando el pensamiento desbordante.

entreabriendo los labios
mancha el tinto mis comisuras
colorea con semejante tinto oscuro
mis divinidades y toda aquella indómita vestidura
cual ultima cena protagonizara
cual últimos versos navegara

se enciende mi semblante
enrojecidos pómulos
se despierta el silencio abrumado
se me adormecen los codos
ese tinto cómplice y caluroso
me hace desconocer
cuales son mis demonios
mis pecados en este punto
no son más que inventos, simples alborotos

terminado el último trago
recordé una orilla de playa
un gemido turbulento
y unas copas de vino tinto
apaciguadas, en pleno verano [ese torbellino]


1 de mayo de 2013

Cortos III

No te vayas sin esperarme
no respires sin cortarte el aliento
no me busques sin que me haya perdido
no agotes el fuego, el caldero lo mantiene
no quiebres el amor, cuando mas lo rece
ese es el credo más sincero / el más puro
pero debes ser una pausa / un tiempo mudo
no expulses el amor
como si fuese un estornudo.

Demiurgo


Como le gusta crear
se le va la vida en eso
usted imagina, dibuja y siente
usted es un ente y un ser al mismo tiempo
nada de enajenaciones
la acción lo lleva consigo / dentro
su semblante es un claro testigo
de todo lo que voy diciendo
tus manos hacedoras
tu hechura está siempre moviendo
el aire es tu motor / cual molino de viento

usted alfarero
artesano siempre
que dicha haberle encontrado
usted y sus utopías
artesano, siempre alfarero.


Seudoencuentro


Te vi en otro cuerpo
la misma risa
parecido ceño
te vi en aquellos ojos
pero no eras tú
eras otro
pero la misma risa
cual te hubieras desdoblado
en otro ser / en otro tiempo
eras mengano
y perdí el silencio
todo mi cuerpo / algarabía
luego fulgor / como te traigo dentro
imaginando verte
en todo los recodos del momento.