Es como si aparecieras de repente, como si llegaras con la
primavera en flor, exótico, salvaje junto al viento de Septiembre, con el atardecer de un día
ordinario, en esa rutina de ojeras largas y semblantes cansados y apesumbrados
de la vida sin sentido. Viniste con el asombro del mediodía, como cuando el cielo
sigue nublado pero entre ellas aparece el sol, entre las rendijas de mis calles
te asomaste por casualidad... Has entrado lento pero seguro, y no has dejado duda
alguna que quisieras mostrarte entero, sin nada que ocultarme.
Compañero, saludaste convencido de tu estancia… te sentaste a
la orilla sin pedirme nada, en la acera contando soles y lunas a la posada de
la rivera. Has llegado taciturno a mi encuentro, bello, tierno a las palabras,
sabio a las miradas, misterioso en tus secretos. Solo me divisas cada noche,
cual oscuridad fuera mi cuerpo, cual luz tu ventana, cual eclipse contemplaras.
Y en los roqueríos de tu alma quisiera enredarme, ser el mar
rompiendo con alevosía, con locura, sin fluir con el aire. O quisiera también,
ver florecer añañucas de tu vientre, de tu frente, de la raíz del mundo que nos
une, del gentío que nos separa, añañucas para verte.
Que lindo, lo que escribió, las añañucas son hermosas, como otras cosas...
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