Sigo sorprendiéndome. La vida es uno de esos sueños andantes que uno debe tomar muy en cuenta o simplemente tirarla por el horizonte de la realidad para entender que si al destino se le ocurren miles de peripecias, esas miles serán las que conducirán tu existencia.
No tengo palabras sabias porque mi sabiduría es simple y real, no son grandes diálogos filosóficos y entre tantas aventuras que he cargado, se me hacen nada comparado con los que otros han llevado en nombre de su leyenda. He vuelto para quedarme en este sitio apropiado. Apareció el sol resplandeciente, y me ha iluminado tal como estaba escrito. Ha ocurrido cuando justo las pasiones se estaban saliendo de control, cuando la cordura no halló nada mejor que desaparecer y hacer de mi respiración y de mis horas un poco más latentes.
Las danzas de mis horizontes jugaron para una encrucijada maestra, cual trampa hizo botar todas las palabras de aquel libro que parecía estar cerrado para siempre, pero no… estaba pendiente el último capítulo, en donde el final tenía una inminente razón: Tu incoherencia.
Dentro de todo lo que iba experimentando, comprendí una vez más que nada es seguro ni eterno, en realidad siempre lo he sabido, como si esas notas y acordes melodiosos de aquella misma canción fuesen un instante hermoso de paisajes horrendos de ilusión que a mis ojos parecían el verdadero oasis. Pero mi serena inquietud de proseguir fueron más categóricas y crecí como semilla en un prado sincero y cálido… No te di más importancia de la que jamás debería haberte dado, pues corazón, estabas ofuscado de razones y no más bien de sensaciones en la piel.
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